La reciente muerte del filósofo Gianni Vattimo no puede menos que hacernos reflexionar sobre su papel en aquel debate en torno a la posmodernidad que lo tuvo como un interlocutor de primera línea. Vattimo se estaba destacando en su Italia natal con obras de ontología influidas por Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Luigi Pareyson y Hans-Georg Gadamer. De este último había traducido al italiano su fundamental Verdad y método, con lo que había ayudado a instalar la hermenéutica filosófica de su maestro en su país. Justamente, al iniciarse la década de los 80, cuando Jean-Francois Lyotard lanzó la primera piedra para la tormenta posmoderna, Vattimo entraría al redil con las categorías de la hermenéutica. Es desde esta filosofía que debe entenderse su pensamiento.
Como dijimos, las dos décadas anteriores vieron una amplia producción en la que los libros eran largos fruto de investigaciones exhaustivas. Heidegger (Ser, historia y lenguaje en Heidegger, Introducción a Heidegger) y Nietzsche (Hipótesis sobre Nietzsche, El sujeto y la máscara) eran, y lo seguirán siendo, sus filósofos más estudiados; como catedrático de Estética publicó Ontología y poesía, además de sendos estudios sobre Aristóteles y Schleiermacher. Con estas obras Vattimo ya era considerado uno de los filósofos más importantes de Europa. Pero la celebridad, el protagonismo massmediático, sobrevendrá al iniciarse los 80.
Posmodernidad y pensamiento débil
La filosofía ya no será la misma luego del terremoto que significó la crítica “posmo”. La condición posmoderna, de Lyotard desató uno de los intercambios de pareceres filosóficos en los que nadie quedó fuera. Jurgen Habermas se enfrasca contra Lyotard; Richard Rorty tercia en la discusión y luego Paul Ricoeur pone paños fríos. En el ringside, varios otros también discuten con ferocidad. Y en esta polémica que estaba moviendo la estantería de la tradición filosófica occidental aparece Vattimo tomando partido. Sus obras eran de consulta obligada si uno quería saber qué era eso de posmodernidad; acá hay que decir que la claridad de sus ideas iba acompañada de una claridad en su escritura, al menos en comparación a otros colegas que no llegaban fácilmente a sus lectores.
De este periodo proviene su obra más difundida. Ahí vemos aparecer a Las aventuras de la diferencia, Más allá del sujeto, El fin de la modernidad, Ética de la interpretación y la Sociedad transparente, obras que a diferencia de las citadas más arriba son todas compilaciones de artículos publicados en revistas. De este modo, Vattimo deja de escribir libros extensos, aquellos en los que de inicio a fin desarrolla y demuestra una tesis (con excepción de su Introducción a Niestzsche); al parecer ya no tiene tiempo para obras de largo aliento, pues la fama, la militancia política y, quizá, la premura por exponer el punto de vista en ese debate mundial lo llevaron a escribir fragmentariamente, exponiendo sus ideas de forma más breve y concentrada.
Sin embargo, sus ideas más conocidas provienen de dichas obras compilatorias. Es en Las aventuras de la diferencia donde afirma que “es necesario olvidarse del ser como fundamento”; en Más allá del sujeto afirma heideggerianamente que vamos “hacia una ontología del declinar” o nietzscheanamente que “el anuncio de que Dios ha muerto” indica que “ya no hay una estructura metafísica fuerte del ser”. El fin de la modernidad posiblemente es el libro más programático, donde está su idea acerca de cómo debe entenderse la posmodernidad: “lo posmoderno se caracteriza no solo como novedad respecto de lo moderno, sino también como disolución de la categoría de lo nuevo, como experiencia del ‘fin de la historia’, en lugar de presentarse como un estadio diferente (más avanzado o más retrasado; no importa) de la historia misma.”
En Ética de la interpretación afirma que la hermenéutica es la koiné de la filosofía contemporánea, es decir, que los principios de la filosofía hermenéutica (que él siempre los relacionó con la posmodernidad) es el lenguaje transversal a todo el debate filosófico, puesto que en su momento ostentaron el estructuralismo o el marxismo. En Caracas, en 2010, le consulté si aún sostenía esta idea; me respondió que sí, para él la hermenéutica era aún la lingua franca de la filosofía.
Finalmente, en La sociedad transparente sostiene que el término posmoderno está lejos de ser algo superado, sino que tiene aún mucho sentido, “y que tal sentido se enlaza con el hecho de que la sociedad en la que vivimos sea una sociedad de la comunicación generalizada, la sociedad de los mass media.” El año pasado, en su visita a Paraguay, la filósofa española Teresa Oñate contaba que fue este el libro uno de los más populares de Vattimo en lengua española (mérito, por cierto, de Oñate, pues ha traducido varios libros de Vattimo).
Pero nos falta hablar de otro libro que en los ochenta popularizará la etiqueta que se pegará a Vattimo desde siempre. Se trata de El pensamiento débil, título de una obra en la que el filósofo compiló junto con Pier Aldo Rovatti una serie de artículos de destacados filósofos italianos como Umberto Eco, Maurizio Ferraris o Franco Crespi. Los pocos que a esta altura no se rasgaron las vestiduras, se apresuraron a hacerlo: el capítulo que él escribió se titula Dialéctica, diferencia y pensamiento débil y ahí dice que “lo verdadero no posee una naturaleza metafísica o lógica, sino retórica”; he aquí “lo que piensa una ontología débil de la noción de verdad”. Con estos cinco libros más su pensiero debole, Vattimo culmina los 80 como una estrella de la filosofía, odiado o querido, pero requerido en todo el mundo para dar conferencias y seminarios. La trifulca posmoderna terminó, pero la filosofía nunca más sería la misma.
Creo que creo
En los 90, Vattimo retoma el esfuerzo por publicar libros que no sean fruto de la acumulación de artículos (aunque seguirán siendo así la mayoría de los libros por venir). Así aparece Más allá de la interpretación, en el que sintetiza su visión de la hermenéutica en campos como la ciencia, la ética, el arte y la religión. En este último apartado, ya construye lo que luego será toda una línea de su pensamiento: la religión débil o el cristianismo secularizado. Tal es el caso, que en 1995 aparece Creer que se cree, un opúsculo diferente a todo lo que había venido publicando hasta ese momento. Escrito en primera persona, es más bien una confesión, un volver a sus raíces cristianas pero con una particularísima visión de la misma. Estas ideas las irá luego afinando en diversos artículos que aparecerán en Después de la cristiandad y en otros libros como El futuro de la religión (con Rorty) o ¿Verdad o fe débil?, donde dialoga con René Girard.
En Más allá de la interpretación escribe: “La hermenéutica filosófica moderna nace en Europa no solo porque aquí hay una religión del libro que concentra la atención en el fenómeno de la interpretación; sino porque esta religión tiene como base la idea dela encarnación de Dios, que concibe como kenosis, como disminución y, traduciremos nosotros, debilitamiento.”
Dos años después, en Creer que se cree asume su cristianismo: “La renovada sensibilidad religiosa que ‘siento’ a mi alrededor, en su rigurosa imprecisión e indefinibilidad, corresponde bien al ‘volver a creer’ en torno al que girará mi discurso.” Efectivamente, es en esa época cuando también varios filósofos, destacándose Jacques Derrida, Eugenio Trías y, posteriormente, Habermas pensarán la religión con otras perspectivas.
Filosofía política y muerte
En el nuevo milenio, el filósofo seguirá publicando más libros. Uno de ellos es Ecce Comu, donde también explica su comunismo luego del final de la Guerra Fría. La filosofía política nunca le fue extraña, y amén de que su praxis política lo llevará a escaños en el Parlamento Europeo, no deja de escribir sobre el tema. Así verá la luz Nihilismo y emancipación, donde Santiago Zabala junta varios artículos sobre ética, política y derecho. Una década después aparecerá Comunismo hermenéutico, en coautoría con Zabala, donde prosigue varias de sus tesis de filosofía política. Por ejemplo, en la introducción a Nihilismo y emancipación afirma: “Es verdad solo lo que os libera, y ante todo, por tanto, el ‘descubrimiento’ de que no hay fundamentos últimos ante los cuales nuestra libertad deba detenerse, como, por el contrario, siempre han pretendido hacernos creer las autoridades de todo tipo que querían imponerse en nombre de estas estructuras últimas.” Y en Comunismo hermenéutico, contra lo que algunos entienden por pensamiento débil, los autores consignan: “Solo un pensamiento débil como la hermenéutica puede evitar revueltas ideológicas violentas y, por tanto, defender a los débiles”. Efectivamente, Vattimo fue un filósofo que siempre se posicionó en la teoría y en la praxis del lado de los débiles. Desde su pensamiento débil (débil pero no debilita) se enfrentó, con mucha más fuerza que otras pretendidas filosofías fuertes, a pensamientos únicos e ideas dominantes.
Cuando en 2006 aparece su autobiografía, al inicio recuerda que su maestro Pareyson decía: “Si estuviera seguro de que después de la muerte no existe nada, qué feliz sería”. El discípulo no comparte este sentimiento, pues él nunca tuvo un miedo infinito al pecado ni un aterrador sentido del mal. Prefiera la de su otro maestro, Gadamer: “El hombre es un ser que a veces vela, a veces duerme”, o, mejor aún, rememora lo que hablaba con su amigo Rorty: “Morir es malo solo porque te queda la curiosidad de saber qué sucederá luego”. Ahora nos toca escribir para él: “No estéis tristes, solo han salido a dar un largo paseo”.
Posmodernidad y fin de la historia (05-10)
Hermenéutica como nueva koiné (12-10)
Apología del nihilismo (19-10)
Dialéctica, diferencia y pensamiento débil (26-10)
Inversión: 150 mil gs