Prof. Yamandú Acosta.
Respecto del pensar filosófico y el saber filosófico de Arturo Ardao, objetivados en su magnífica, extensa e intensa producción escrita, así como articulados en su docencia y en el ejercicio inclaudicable de las diversas responsabilidades universitarias, ciudadanas y humanas, que asumió en su fecunda trayectoria vital, apuntaré a sustentar y desarrollar la siguiente tesis: de un modo muy singular, nos encontramos frente al caso de una filosofía, en el hegeliano sentido de la época puesta en pensamiento.
En efecto, la trayectoria intelectual de Arturo Ardao sobre el eje de la inteligencia filosófica, orientador de su trayectoria vital, tanto en el sentido de “ejercicio todavía viviente en el espíritu subjetivo” como en el de “realidad ya fijada en el espíritu objetivo”1, presenta méritos elocuentes para justificar sobre distintos fundamentos y de modo actualizado y resignificado, liberado de sus ambigüedades y limitaciones, la aplicación a la misma del célebre dictum hegeliano.
Bajo el título La filosofía como pensamiento de su tiempo2, dice Hegel en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía, en referencia precisamente al sentido de la filosofía, en sus relaciones con la totalidad, de la que forma parte: “Es la suprema floración, el concepto de la forma total del espíritu, la conciencia y la esencia espiritual del estado todo; el espíritu de la época, como espíritu que se piensa a sí mismo. El todo multiforme se refleja en ella como en el foco simple, como en su propio concepto que se sabe a sí mismo”3. El título en el que Hegel inscribe su tesis sobre el sentido de la filosofía en la totalidad4, al enunciar que “la filosofía” es “pensamiento de su tiempo”, afirma simplemente la historicidad de toda filosofía, como de toda otra producción histórico cultural. En cambio, la tesis misma sugiere sin contradicción con el título, pero más allá de los límites de significado visible del mismo, que compete a “la filosofía” la función de expresar con la precisión del concepto, “el espíritu de la época”, por lo que esta última alcanza el mayor nivel de autoconciencia posible, a través de la mediación de aquella.
Apuntemos los diversos argumentos que permiten, sin violencia conceptual alguna, inscribir la trayectoria intelectual de Ardao como ilustración paradigmática del dictum de Hegel, pero trascendiendo las limitaciones del mismo, a través de una interesante y fecunda ruptura epistemológica, que habilita un nuevo paradigma de vigencia y validez instituyente desde América Latina en la perspectiva del siglo XXI.
En primer lugar, que la filosofía sea la época puesta en pensamiento, es explícitamente el supuesto sobre el que Arturo Ardao ha construido su obra en el campo de la historia de las ideas en América. Así lo destaca Javier Sasso, quien en su libro póstumo La filosofía latinoamericana y las construcciones de su historia, se relaciona críticamente con esta disciplina, apuntando a deconstruir la que entiende una “puesta en escena de la totalización”, que a su juicio implica una casi inevitable distorisión de los sentidos en relación a la totalidad histórico-cultural de sus niveles constitutivos, entre ellos, el del pensamiento filosófico. Escribe Sasso: “Tal concepción sistemática de la conexión estructural en el mundo histórico ha sido expresada con nitidez –a la vez que con moderación- por uno de los historiadores más relevantes del pensamiento latinoamericano –Arturo Ardao-, quien la presenta del modo siguiente: dentro de la “forma mental” que marca cada período del proceso histórico, “entre los sectores de ideas, hay uno que por su naturaleza misma tiene un sello de generalidad o universalidad que lo remonta por encima de los otros y lo convierte en condicionante o rector de los mismos (…) Es el sector de las ideas filosóficas”. No hay contingencia alguna en el carácter animador e impulsor que, para la historia global de las ideas, reviste la de las ideas filosóficas, pues “es inherente a la inteligencia filosóficamente constituida la visión filosófica del mundo y de la existencia humana”. De este modo, “por su generalidad teórica, el pensamiento filosófico condiciona en cada época las demás manifestaciones de la inteligencia”5.
Esta “puesta en escena de la totalización”, le merece a Sasso fuertes críticas analítico-deconstructivas, que de acuerdo a su valoración de “moderación” para el caso de Ardao, lo alcanzan menos a éste que a Leopoldo Zea6 o Arturo Andrés Roig7 . El análisis de Sasso, en cuya fundamentación y desarrollo no habremos de ingresar, plantea una nueva e intencional ruptura epistemológica. Tengo serias dudas de que exclusivamente sobre los resultados de su deconstrucción, pueda articularse un nuevo paradigma constructivo. Entiendo en cambio que el paradigma del cual Ardao establece sus fundamentos8, puede encontrar en las observaciones de Sasso, elementos crítico-reflexivos cuya consideración e integración con “autonomía técnica”, pero fundamentalmente con “autonomía espiritual”9, aporta criterios para optimizar eventuales ulteriores desarrollos. Sostengo, matizando una observación central de Sasso, que no hay una “puesta en escena de la totalización” sin más, sino que ella constituye la mediación legible e inteligible, que permite considerar a las ideas filosóficas en la perspectiva de la totalidad: la escenificación de la totalización no es más que la puesta en obra de la perspectiva de la totalidad como espacio de sentido; pero la escena no es más que un recorte visible y plausible sobre el campo de lo real, simplemente un mapa para poder conocer y orientarse en el territorio.
Aplicando ahora los supuestos epistemológicos de Ardao a su propia trayectoria intelectual, la misma es “la época puesta en pensamiento”, pero con las siguientes señas de identidad.
En primer lugar, por poner en pensamiento, al pensamiento que desde la Escolástica, pasando por la Ideología, el Socialismo Utópico, el Racionalismo, el Liberalismo, el Espiritualismo y el Positivismo, llega hasta la crisis de este último en el umbral del siglo XX10. Así para la larga duración que temporalmente va de 1787 al entorno de 1900, en específica referencia al espacio uruguayo, aunque en sus relaciones con otros espacios y tiempos, más de una época es puesta en pensamiento, en la acepción fuerte de ser construidas o reconstruidas sobre la referencia a sus ejes de pensamiento filosófico, que plausiblemente para esta cartografía, marcan tanto sus orientaciones de sentido como sus respectivos límites epocales.
En segundo lugar, por poner en pensamiento al pensamiento filosófico del primero de los dos siglos que le tocó vivir11: Filosofía de la Experiencia, Filosofía de la Materia, Filosofía de la Idea, Filosofía de la Iglesia, Filosofía de la Cultura, fue la taxonomía con la que mapeó el siglo XX uruguayo hasta 1955, proporcionando orientaciones para recorrer nuestro territorio en sus ejes filosóficos de entonces, que no parece verosímil, puedan ser superadas.
En tercer lugar, por poner en pensamiento también al segundo siglo que le tocó vivir, adelantándose a él y trascendiéndolo. Si hay cierto consenso en que los acontecimientos de 1989 marcaron un cambio de época, que ha permitido señalar ese año como fin del siglo XX “corto”12 y comienzo de una nueva época; debe señalarse que Espacio e inteligencia13 de Arturo Ardao, adelanta el cambio de época sobre otras referencias, que implican trascender “la geo-historia” por el “advenimiento de la astro-historia”14 y una nueva dimensión de la “praxis” en el “espacio exterior”15 que a la misma corresponde; perspectivas para el pensamiento y la acción que marcan una novedosa apertura de su dialéctica de la occidentalidad16.
A partir de Espacio e inteligencia la filosofía de Ardao comienza a ser entonces la época puesta en pensamiento, pero ahora en el sentido de orientación inteligente para la construcción de una nueva época, en cuanto la apertura de un horizonte alternativo al de la “geo-historia” hasta ahora dominante, que en el actual contexto de la globalización, parece haber alcanzado los límites de su expansión posible. Respecto de la globalización, escribe: “Mucho antes que un lenguaje de dominante inspiración económica, impusiera el expansivo término globalización, el lenguaje de la filosofía había formalizado –en sentido afín-, el de unificación de la humanidad habitante del globo planetario”17. Luego de pasar revista a diferentes versiones de la idea de unificación en la historia de la filosofía, expresa: “Con más o menos énfasis, para todos, la unificación, una vez alcanzada, cierra definitivamente la expansión física de la humanidad en el espacio, constreñido el hombre por la epónima redondez del globo terráqueo.”18 Este pensamiento dominante en la tradición occidental, recuerda Ardao, es sintetizado por Hegel en el aserto “El hombre averiguó que la tierra es redonda, o sea, algo cerrado para él”19. No obstante, argumenta Ardao, la apertura de la era cósmica, viene a quebrar la clausura de la filosofía de la historia hegeliana, en tanto un nuevo espacio probablemente ilimitado se abre para alimentar la imaginación, el pensamiento y la acción en un tiempo futuro de correspondiente identidad.
La referencia a Hegel, ahora por parte del propio Ardao, permite retomar la anunciada cuestión de la actualización y resignificación del dictum hegeliano, liberado, para el caso de Ardao, de sus ambigüedades y limitaciones.
En efecto, mientras en Hegel la filosofía es la época puesta en pensamiento como clausura de la misma, que queda objetivada y fijada en las ideas-conceptos de la razón, en Ardao lo es siempre como apertura a la novedad de las ideas-juicio de la inteligencia20 en las que desde cada presente “el ejercicio todavía viviente en el espíritu subjetivo” actualiza la “realidad ya fijada en el espíritu objetivo”. Mientras la dialéctica cerrada de la totalización de la razón ( Hegel) niega desde Europa la espiritualidad del Nuevo Mundo que no cuenta más que como espacio vacío para la expansión del espíritu europeo21, la dialéctica abierta hacia el futuro y el espacio exterior de la inteligencia filosófica (Ardao) desde América Latina, supone para esta la posibilidad de la afirmación de su “autonomía espiritual”. Hegel consagra el pasado por el presente y el presente mismo, negando posibilidades de un futuro-otro. Ardao responde a los desafíos del presente por la actualización inteligente de las ideas en tanto que juicios, afirmando un futuro-otro posible.
Pero entre tanto se dan apenas los primeros pasos en la astro-historia, debemos seguir caminando en la geo-historia.
Para hacerlo, en la época de la globalización y los fundamentalismos, la inteligencia filosófica de Ardao proporciona ideas-fuerza, que como ideas-juicios permanentemente resignificadas en respuesta a circunstancias siempre nuevas, mantienen vigencia y validez para orientar nuestra praxis desde América Latina en la perspectiva de nuestra emancipación, como modo de contribuir también a la emancipación humana y por lo tanto a la construcción de un efectivo universalismo22: nacionalismo anti-imperialista – antifascista y tercerismo.
Nacionalismo, especialmente en su carácter de “sustancial” “nacionalismo latinoamericanista”, “anti-imperialista” y “anti-fascista”: “nacionalismo de raíz popular, con carácter de defensa y no de ataque: defensa de la nacionalidad por los pueblos que avasallan las grandes potencias imperialistas … (y) “las oligarquías dominantes”23 escribía Ardao en 1938, completando sus mapas con las orientaciones de la brújula que atravesando el siglo XX, nos permiten mantener el rumbo de la universalidad de la emancipación humana24, en un escenario en el cual la presunta omnipresencia del imperio25 no es tal vez más que una actualización y profundización del imperialismo26 y en el que se torna visible la emergencia de un neo-fascismo planetario, en los espacios local, nacional, regional y mundial27.
En cuanto al tercerismo, no obstante haber defendido Ardao la tesis de ser solamente una posición de política internacional en el contexto de la Guerra Fría, llegó a escribir: “Simple posición de política internacional, las circunstancias internacionales que lo trajeron, lo mantienen ahora latente. Las circunstancias internacionales pueden también en cualquier momento reavivarlo más que nunca o hacerlo desaparecer del todo, desde que otro tipo de antagonismos o de bloques llegue a configurarse”28.
Tal vez, las circunstancias internacionales en curso, en las que el fundamentalismo imperial, sustituye el horizonte ilustrado de la paz perpetua29 por el de la guerra infinita, sosteniendo que quien no está con él, está contra él y en este escenario de guerra es su enemigo, requieren hoy “más que nunca”, un tercerismo como lógica internacional de resistencia a las imposiciones de la fuerza.
En el pensamiento de Arturo Ardao encontramos pues, orientaciones fundamentales para la resistencia en el marco del nihilismo antiuniversalista hoy globalizado, que permiten pensar y trabajar en la construcción de otra época para América Latina y para el mundo, sobre el referente universalista de la emancipación humana.
Yamandú Acosta,
Montevideo, octubre de 2003.