“El sol va declinando para mí, pero hay todavía un poco de luz y voy a aprovechar eso para no errar el camino”
(Augusto Roa Bastos, “El Portón de los Sueños”, 1994)
Augusto Roa Bastos (1917-2005) es el escritor paraguayo que alcanzó mayor significación en el mundo de las letras. Su punto alto fue el premio Cervantes que irónicamente alcanzó en el mismo año en que el General Alfredo Stroessner, su némesis era derrocado por uno de sus generales luego de 35 años de férreo gobierno autoritario.
La obra del insigne escritor se inscribió dentro del “célebre boom” de la literatura hispanoamericana y se extendió por varias décadas. Si bien incluyó poesía y crítica, Roa Bastos alcanzó la inmortalidad por medio de su narrativa.
Esta se inició como corresponde con recuerdos biográficos en la colección “El trueno entre las hojas” e “Hijo de hombre” para muchos su mejor obra. También como suele ocurrir de un cuento corto se fue gestando una novela y de los recuerdos de la guerra del chaco, una de esas sangrientas guerras latinoamericanas por fronteras no delimitadas, surgió el interés en la historia y en la evolución del paraguayo que es a la vez español, indígena, mestizo y por lo tanto universal con su idioma autóctono, el guaraní hablado por la gran mayoría de la población.
Naturalmente para encontrar al paraguayo hubo que remontarse a los albores de la nacionalidad y ahí se enfrentó con la figura rotunda del dictador patriarcal José Gaspar Rodríguez de Francia, fundador de la República del Paraguay y severo supervisor de vidas y haciendas, desde el resonante título otorgado por un Congreso de vecinos:”Supremo Dictador Perpetuo de por vida y ser sin ejemplar”. Así nació “Yo el Supremo” en 1974 obra mayor donde experimenta con un estilo de relato bastante complejo.
Para los paraguayos “Yo el Supremo” es una obra magistral pero al mismo tiempo reveladora de una contradicción pues existe siempre el fundado temor de que al elogiar al Karaí Guazú del pasado corremos siempre el riesgo de justificar al tirano actual.
La vida del insigne escritor recientemente fallecido y exhumado con honores de héroe nacional en su tierra cumpliendo así su sueño de exiliado, conoció muchos avatares. Admirador inicial de los regímenes nacionalistas por su propensión al elogio del héroe, pronto se desencantó y se volvió un crítico de los gobiernos autoritarios lo que le valió vivir siempre alejado de su patria, en la cosmopolita Buenos Aires donde se ganaba la vida como periodista y guionista de cine.
Para 1976 en plena dictadura militar argentina había llegado el momento de buscar otros horizontes conocida la inclinación del gobierno del General Jorge Rafael Videla de perseguir escritores y poetas. Recaló así en la Universidad de Toulouse donde enseñaba Literatura, Narrativa e idioma Guaraní.
En este momento también se asocia en Europa con otros exponentes de la resistencia latinoamericana pues estaban en el cenit las dictaduras de los gobiernos autoritarios y prácticamente toda la intelectualidad latinoamericana se había desparramado entre México, Suecia, Francia y España.
Simultáneamente se había extendido mucho la admiración de los intelectuales hacia las figuras de la izquierda y en general todos deploraban la cultura hegemónica en el marco de la guerra fría post conflicto del Vietnam donde el pueblo armado había derrotado al ejército más poderoso de la tierra.
Para 1982, Roa Bastos ya aureolado como célebre escritor decide realizar una visita a su tierra natal donde es recibido con espontáneas muestras de cariño y admiración pues era el paraguayo que había logrado estatura universal. Su obra estaba traducida a una veintena de idiomas y su nombre de tanto en tanto saltaba entre los finalistas del Premio Nobel de Literatura.
Su excesiva actividad en el medio hizo que su nombre levantara un revuelo desconocido en esa última etapa de la dictadura de Stroessner.
Era invitado a visitar colegios, escuelas, a dictar seminarios en las universidades y a estar presente en actos cívicos y festivos con una frecuencia que iría a competir directamente con la primera figura. Eso le valió una súbita expulsión. En menos de 30 minutos la policía paraguaya lo tuvo corriendo con dos bolsos de mano en la terminal de ómnibus de una ciudad fronteriza argentina de la cual quedó un inmortal documento fotográfico.
De ahí en más su nombre se convirtió en un símbolo para toda la oposición paraguaya y los viajeros siempre encontraban oportuno visitarlo en los puntos del mundo donde se encontrara para discutir las formas de liberar al país de su sino de víctima de la opresión. Caída la dictadura una de los primeros episodios fue la reapertura de los medios de comunicación clausurados por el difunto régimen. Y precisamente la primera edición de uno de ellos traía como noticia principal el retorno de Roa Bastos a su tierra paraguaya ansiosa de libertad y esperanzada en la democracia. Había sobrevivido al oscurantismo.
Sus últimos años fueron particularmente creativos con la publicación de “La Vigilia del Almirante” sobre el viaje de Colón; “El Fiscal” con una reflexión sobre los modos en que su tierra fue y debe ser gobernada; “Madama Sui” referida a las miles de jóvenes que se inician a la vida como amantes de algún anciano con poder; y “Contravida” que cierra el ciclo entero de su obra narrativa en sus propias palabras.
Se había cumplido de este modo una brillante reflexión suya cuando le preguntaron sobre la mortalidad de los dictadores que asolaron a su patria: “ un tirano muere una sola vez, un pueblo como el nuestro renace mil veces”.
Nadie entendió tan bien el alma profunda del paraguayo y nadie la vivió con tanta hondura y plenitud.
Prof. Beatriz González de Bosio, Revista Cuadernos Americanos de la Universidad Autónoma de México, 2005