Discurso Decana RÍO CUARTO
Sr. Rector, Sr. Intendente Municipal, Sr. Representante del Corredor de las Ideas en la Argentina, Sr. Presidente del Comité Ejecutivo del Vº Encuentro, demás autoridades presentes, Sras., Sres.
Es una feliz coincidencia que la primera reunión del Corredor de las Ideas en nuestra Universidad se lleve a cabo en el mismo año en que cumplimos 30 años del inicio de nuestras actividades académicas. Y también lo es que en este momento singular tengamos la inmensa alegría de compartir este Encuentro con latinoamericanos notables como Leopoldo Zea, Arturo Andres Roig y tantos hombres y mujeres comprometidos con el presente y futuro de nuestra América.
Este Vº Encuentro se constituye en un ámbito propicio para la reflexión y la propuesta en torno a temas fundamentales. Voy a detenerme en la que me resulta mas convocante: la de replantear la integración, esta apuesta por una integración humanista, con justicia social y democracias participativas.
Y por que la universidad asuma su papel dentro del MERCOSUR del conocimiento y en la orientación de las sociedades, hasta convertirse en una casa de la esperanza, tal como lo expresa el Comité Ejecutivo.
Es importante, entonces, reparar en las diferencias sustanciales que entrañan los proyectos de cooperación comercial que incluimos, desde la teoría, en la categoría de «integración» unidimensional, de aquellos que se orientan hacia una integración multidimensional, cuya construcción exige la participación de todos los sectores de la sociedad.
Desde el centro hegemónico continental continúan generándose esquemas comerciales de dominación que reconocen sus antecedentes en la Doctrina Monroe, La Doctrina del Destino Manifiesto, el panamericanismo y el actual ínter americanismo, todos portadores de una falsa utopía generadora y reafirmadora de la subordinación latinoamericana. Su actualización es el proyecto del ALCA, que no contempla las especificaciones de Latinoamérica y solo la considera un engranaje del comercio internacional en la cual las reglas y aun las excepciones a las reglas las impone el capital.
Esta «integración» unidimensional, orientada exclusivamente a objetivos económicos, y estructurada mediante instrumentos tales como el poder y la riqueza, surgió del pensamiento neoclásico. Su aplicación en América Latina basada en una primera etapa, en el estructuralismo, no permitió superar la situación subordinada de la región. La nueva versión propuesta por el neoliberalismo, esta orientada a consolidar el sistema hegemónico.
La lógica del capital, individualista, competitivo, excluyente, se corresponde con un proyecto globalizador que, lejos de significar oportunidades para todos, intrínsicamente resulta en concentración de poder de minorías, acompañada de menosprecio –teóricamente sustentado- por los económicamente mas débiles, con lo cual se justifica la desigualdad en aumento.
Simultáneamente, la mayoría de los procesos erróneamente identificados como de «integración», se adaptan al modelo de regionalismo impuesto por la globalización neoliberal.
La alternativa al proyecto hegemónico continental en el que se inscribe este tipo de acuerdo comerciales, es el proyecto de la integración latinoamericana. Que se inscribe en una corriente de ideas que comienza en los albores de la independencia y que fue concebida como un proceso que daría fortaleza y bienestar a nuestras naciones y nuestros pueblos.
En consecuencia, su componente básico, su lógica, no es la de la competencia, sino la de la solidaridad. De modo que debemos asumirla así y defender su conceptuación original.
En este caso, el termino incluye también un concepto identitario, el nosotros que incluye a todos los latinoamericanos.
Esta claro que hay diferencias, particularidades importantes, pero ellas no deben ser obstáculo sino motivación que nos predisponga para la unidad en la diversidad. Unidad y diversidad vistas como expresión de la mas autentica universalidad, como nos dice Zea.
En términos de temporalidad, el momento actual aparece optimo, Ante el avance de una propuesta que no respeta nuestra identidad, nos vemos convocados a asumirla, a redescubrirla. O, en todo caso, a construirla. Es un desafío de encontrar el nosotros, lo nuestro.
De acuerdo con Roig, partimos desde una posición en la que somos sujetos. Y asumimos que la diversidad no proviene de la individualidad como monada cerrada sino de la inserción en una pluralidad que es social e histórica y que la hace posible. Es decir que hay un «yo» y , al mismo tiempo, un «nosotros».
Ese nosotros es América Latina: un conjunto de países dependientes de centros de poder que han influenciado, entre otros aspectos, su pensamiento. Frente a ese pensamiento impuesto los latinoamericanos debemos construir un ámbito de identificación positiva para generar proyectos alternativos, y entre ellos, el de una integración liberadora.
Tenemos ya proyectos promisorios como el Sistema de la Integración Centroamericana o el MERCOSUR. Pero hay mucho por hacer todavía.
Las declaraciones superan ampliamente a las concreciones.
Contamos, por ejemplo, con el Sector Educativo del MERCOSUR y con el MERCOSUR Cultural que nos proponen:
La formación de una conciencia ciudadana favorable al proceso de integración; la reafirmación de la Identidad Cultural; el fortalecimiento de la democracia en el marco de la integración; el desarrollo de la identidad regional, por medio del estimulo al conocimiento mutuo y a una cultura de integración; el fortalecimiento del dialogo con la sociedad para involucrar a los distintos actores en el proceso de integración.
Sin embargo, cuando preguntamos a nuestros estudiantes, a los maestros, a nuestros vecinos de barrio, a los pequeños comerciantes, a los sindicalistas locales, a nuestros médicos, a los gestores culturales de nuestro municipio, si alguna vez fueron convocados para participar en actividades relacionadas con el MERCOSUR, la inmensa mayoría nos dice no, nunca. La gran deuda continua siendo la de la participación efectiva de la sociedad en su conjunto. Las convocatorias son restringidas y el proceso de toma de decisiones sigue hegemonizado por los representantes gubernamentales y los grandes empresarios.
Pero se trata de un proyecto con enormes posibilidades. Y nosotros debemos contribuir a su transformación en una integración multidimensional que aporta a la verdadera integración latinoamericana, probablemente la gran oportunidad de superar esta dependencia alienante y de recorrer el camino hacia un autentico ejercicio de dignidad humana.
Latinoamérica, en conjunto, carece de una conciencia integracionista. Necesitamos incorporarla a nuestra vida diaria para intentar, con todos, alcanzar un desarrollo solidario y equilibrado. Las diferencias subregionales y nacionales deben convertirse en elementos enriquecedores de un proceso que deberá ser común. Para ello, debemos superar esquema elitistas que devienen desintegradores.
La integración regional es u proceso tan complejo como ineludible su consecución. Verdadero reto a la inteligencia y a la imaginación pero mas aun a la responsabilidad de quienes deben formular y administrar las políticas adecuadas y de quienes, desde nuestro puesto de trabajo, nos sentimos comprometidos en la búsqueda de soluciones.
La integración es un derecho de todos los latinoamericanos. Son menos los que tienen el deber de procurarla; entre ellos, los universitarios. Desde los centros académicos debe realizarse la exploración, el análisis, el diagnostico, la reflexión, la propuesta. Y desde las Ciencias Sociales especialmente, debemos capacitarnos para contribuir mediante la docencia, la investigación, el asesoramiento y toda acción que pueda emprenderse con fundamento y eficacia.
Analizando las experiencias históricas, revisando los éxitos y los fracasos y precisando las causas profundas que han actuado y actúan obstaculizando un desarrollo pleno e independiente.
Afinando las estrategias y acelerando el proceso en todos los campos; el espectro es casi infinito; insoslayable es: para que, para quienes, desde donde y con quienes.
Respetando las particularidades de cada grupo humano, la singularidad de cada etnia, alcanzando la unidad en la diversidad. La región deberá, preservar su identidad mientras logra decidir por si misma su destino, relacionándose con la comunidad internacional desde una digna y respetable posición latinoamericana.
Con Bolívar aspiramos a una integración en la libertad y con Marti proclamamos que ha llegado la hora de declarar la segunda independencia.
No necesito decirles que nos atrevamos a soñar porque si ustedes están aquí, ya lo están haciendo. Soñamos que otro mundo es posible y desde nuestro lugar trabajamos con fervor en su construcción.
Finalmente debo expresar que quienes nos encontramos a cargo de la conducción de nuestra Facultad retomamos con entusiasmo el compromiso asumido por las autoridades anteriores en apoyo a este Vº Encuentro del Corredor de las Ideas y a quienes han contribuido con su tiempo y sus esfuerzos para llevar adelante su organización.
Les doy la bienvenida en nombre de la Facultad de Ciencias Humanas, nuestras puertas ya se abrieron para ustedes y así continuaran y les deseo un encuentro fructífero para todos y en especial para que contribuya a la construcción de la integración de Nuestra América.