Leopoldo Zea. Desde la periferia y para el mundo A Leopoldo Zea en sus 90 años

Prof. Eduardo DEVÉS VALDÉS

Leopoldo Zea es un gran personaje, ha pensado en grande y ha sido capaz de desenvolverse en grandes escenarios. Para ser justipreciado, debe mirársele desde una perspectiva suficientemente amplia que permita juzgar sus dimensiones y con un corazón suficientemente generoso para apreciar su valor.
Perspectivas inmediatistas e individuos mezquinos han querido descalificar una vida por algún juicio o acto coyuntural que a éstos pareció equivocado, torpe o inoportuno. Las posiciones de Zea, como las de todo el mundo, son discutibles. Ni el presente ni el futuro dirán la última palabra: hay allí pareceres, circunstancias, lealtades, intereses. Pero acordando o discordando con los juicios del maestro o con el sentido de sus actos específicos, ello ni lo salva ni permite condenarlo. 90 años son mucha obra, muchas páginas, muchas iniciativas, muchas ideas por parte de quien ha sido imaginado como el Bolívar del pensamiento latinoamericano. ¿Qué podrían decir sobre Leopoldo Zea quienes se limitan a mezquinas ojeaditas de centímetro cuadrado?
Entonces, ¿qué significa evaluar a Zea desde una perspectiva amplia y generosa? No aseguro que seré capaz de hacerlo, aunque pienso que ello apunta a considerar el conjunto de su vida y su obra, con modestia, para escuchar su mensaje, acoger un testimonio y recibir una herencia. La herencia, el mensaje y el testimonio de Leopoldo Zea pueden recogerse por distintos procedimientos. Voy a abocarme a tres dimensiones: el historiador de las ideas, el pensador del mundo periférico, el creador de redes intelectuales.

1.- Historiador de las ideas
Leopoldo Zea representa la “normalización” de nuestra historia de las ideas. La “normalidad filosófica” de Francisco Romero es un poco anterior a la normalización de la disciplina la historia de la filosofía y del quehacer intelectual. Quizás fue necesario que se normalizara el quehacer para que pudiera normalizarse la historiografía sobre este quehacer.
Las obras sobre el positivismo mexicano y sobre las dos etapas, el romanticismo y el positivismo, precursoras de los trabajos de Arturo Ardao, Joao Cruz Costa, Guillermo Francovich, Francisco Miró Quezada, José Luis Romero y Luis Villoro van a marcar junto a éstos dicha normalización.
Este conjunto de obras, producidas durante los 40 y los 50 conforman un espacio disciplinario que, si bien antes existía, no había logrado constituirse verdaderamente a partir de un corpus de trabajos suficientemente homogéneos, de alta calidad y que cubrieran una buena parte del continente.
El aporte de Zea es doble, por una parte nos entrega su propia producción y por otra motiva la producción de los demás. La motivación también es doble pues va a permitir la normalización a mediados del siglo XX pero va a incentivar igualmente la mantención y desarrollo de esa disciplina. La obra de Arturo Roig, Ricaurte Soler, Abelardo Villegas, Javier Ocampo López, Hugo Biagini, Tzvi Medín, Pablo Guadarrama, Horacio Cerutti, Adriana Arpini, y la de tantos otros, más de algo debe, sea epistemológicamente sea contextualmente, a la inspiración de Zea. La creación de conceptos (positivismo autóctono), la puesta en relieve de autores y corrientes (krausismo), el planteamiento de hipótesis provocadoras (la relación entre positivismo y proyecto burgués), la motivación de grupos de estudio (Hyperion), la creación de sociedades y asociaciones (SOLAR), la dirección de centros (CCYDEL), la publicación de revistas y de tantas obras colectivas (Latinoamérica, Cuadernos Americanos), la programación de acuerdos y contactos (UNESCO-UNAM) y sobre todo la guía de discípulos han sido maneras todas de contribuir a que este ámbito disciplinario se constituyera.
Ahora bien, refiriéndose a la disciplina de la historia de las ideas curiosamente Zea afirma que “parte de una concepción eurocentrista u occidentocentrista” puesto que “busca, en primer lugar, la relación que ha guardado lo que llama su pensamiento con la filosofía, filosofemas e ideas de la cultura europea”. ¿Cuál es el contexto y alcance de esta frase?

2.- Pensador en/desde la periferia
Zea transita entre la historia (grafía) de las ideas y la filosofía de la historia. Sus primeras obras importantes son aportes a la disciplina de la historia de las ideas, pero trascendiéndola se transforma en filósofo de la historia, un acontecer mirado desde la periferia y para la periferia. A mi modo de ver el libro que señala esta superación “asuntiva” (como le gustaría decir) es América en la historia.
Éste, además de ser el volumen más logrado del maestro, entre los que no se refieren específicamente a la historia de las ideas, constituye un hito importante en su producción como en la evolución del pensamiento latinoamericano. Se trata de un libro que abre una perspectiva sobre el proceso histórico mundial, capaz de abarcar siglos y culturas. Allí se plantea lo que en trabajos posteriores denominará un “discurso desde la marginación”. A través de sus alusiones a los pensadores periféricos, a los que piensan desde “fuera de la historia” (españoles, egipcios, kenianos, rusos, indonesios, latinoamericanos, periféricos todos) nos va exponiendo algunas de las manifestaciones de lo que él no llamó un “discurso periférico”, acerca de cuál sería su sentido y sus tareas posibles. Zea ve esto expresado, entre otras cosas, en la preocupación por la identidad que hermana, o al menos asocia, a “los Bolívar, los Bilbao, los Martí; los Ganivet, los Costa, los Menéndez y Pelayo, Unamuno, Ortega en España; así como los Herzen, Belinsky, Dostoyevski y Turgueniev en Rusia y la de muchos” en Asia y África.
La preocupación por la identidad es una muestra de protesta por la marginación, marginación que Zea quiere superar incorporando, haciendo una historia, dice él, “de todos los hombres”, de allí sus referencias a Kenyatta, Sukarno, Nehru, Fanon y M. Bow, de allí su llamado, por otra parte, a “barbarizar” la cultura del centro.

3.- Creador de las redes
La historia de las ideas y la filosofía de la historia mundializada se realizan de hecho, y pudo no haber sido así, en contacto con (en la medida que y, en parte, como producto de) el universo intelectual latinoamericano y más allá.
Zea motiva la producción de los otros y con ésta fecunda su propia producción: recoge material, se informa de las ideas de cada región, planta una semilla de interés por el pensamiento local, incentiva un trabajo conjunto, circula, comunicando a unos con otros. Es un continuador y mejorador de la trayectoria de Clorinda Matto, José Enrique Rodó, José Vasconcelos, Manuel Ugarte, Gabriela Mistral, Francisco Romero y Joaquín García Monge.
Su obra es tributaria de las redes. Numerosos hilos del pasado y del presente se anudan. Su obra testimonia los avances de investigación sobre el pensamiento uruguayo, boliviano, brasileño producidos por personas que forman parte de un mismo proyecto y que se encuentran articuladas a él.
Si Leopoldo Zea ha sido entre los intelectuales latinoamericanos quizás el más importante del siglo XX, al menos en el ámbito de las ciencias humanas y el ensayo, en la creación de redes intelectuales en América Latina y de América Latina con el mundo, nuevamente su herencia es grande y vuelve a poner la vara muy alta para continuarlo.
Pero las redes no se realizan únicamente en el quehacer académico estricto. Estas se van transformando en gestadoras / gestoras de un campo intelectual continental y, poco a poco, global. Se trata del latinoamericanismo. Su aporte fue decisivo para dar forma a la Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el Caribe (SOLAR) y a la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (FIEALC).

4.- Las herencias y las proyecciones
a- Sus logros y avances son la otra cara de los desafíos que nos deja. Su herencia es una donación pero es a la vez el desafío (el castigo) de tener que saltar más alto. Zea ha construido mucho, indicándonos de ese modo lo que es posible hacer. Sus trabajos sobre historia de las ideas han marcado un hito y un rumbo. Nos ha dado varios enviones, nos ha regalado pescados y nos ha enseñado a pescar, de nosotros depende mejorar las técnicas de pesca.
La complementación del trabajo de Leopoldo Zea puede imaginarse en varios sentidos. El primero y más obvio es el temporal: continuar hacia adelante, abocándose a las épocas que el maestro no pudo tratar, o hacia atrás, a las que no tuvo o interés o tiempo o ánimo para tratar. El segundo, hacia las regiones que abordó insuficientemente Brasil, América Central, el Caribe. El tercero, pueden serlo aquellos ámbitos que se encuentran más allá del ensayo o del pensamiento filosófico, político o educacional, en los territorios de las ciencias sociales, de la economía y otros ámbitos disciplinarios como la ingeniería o los estudios urbanos que están generando un pensamiento. El cuarto hacia las mujeres, teniendo en cuenta tanto las grandes figuras como Gabriela Mistral o Victoria Ocampo, con sus temas y preocupaciones, como las agrupaciones femeninas / feministas con sus respectivas publicaciones. En quinto lugar hacia las organizaciones sociales, sindicales, gremiales y otras donde los colectivos priman sobre las figuras intelectuales. En sexto lugar, hacia la diáspora latinoamericana y sobre todo hacia el latinoamericanismo ese ámbito donde, como en ningún otro, dialogamos con el mundo. Por último, ya no ampliando los grupos o sectores sino, formulando otras preguntas o métodos que nos permitan ir hacia las fronteras de las ideas y donde éstas se encuentran (y se van confundiendo) con las mentalidades, en unos lugares, y con las sensibilidades en otros.
Ahora bien, la historia y la historiografía del pensamiento latinoamericano, si tradicionalmente se ha hecho por relación a Europa, tiene una deuda importante respecto a la decisiva y creciente presencia del pensamiento norteamericano (de EEUU y Canadá), así como una deuda con el pensamiento asiático y africano que, si bien en grado mucho menor, se han hecho sentir entre nosotros. En este sentido parece clave continuar construyendo la historia de nuestras ideas “por relación a”, pero a la vez es necesario ser capaces de mostrarlas como parte de un movimiento que las trasciende. Y aquí se manifiesta un elemento decisivo: aunque la mayoría de los componentes del pensamiento latinoamericano provienen de una tradición occidental, la estructura de éste no es europea sino periférica.

b- Estas ampliaciones, avances, continuaciones o desarrollos de la obra del maestro no pueden circunscribirse sólo a la historia de las ideas, pues no se trata de pensar únicamente a América Latina ni menos pensarla sólo como pasado aislado. Se trata, sin duda, de continuar en su intento por pensar América Latina en sus conexiones y en sus movimientos, continuar su intento por pensar una filosofía de la historia mundializada.
Zea nos regaló un pescado y nos enseñó a pescar, de nosotros depende que el río sea autosustentable y siga produciendo vida. Uno de los mayores desafíos que enfrentó fue superar el provincianismo de quienes se circunscriben a pensar localmente, cansándose en los mismos tópicos y agotándose en los mismos autores. Zea fue más allá de esto y nosotros debemos ir más allá de sus 90 años, más allá de los 500 años. Ello ¿en qué sentido? Quizás en primer lugar en la continuación de su trabajo, para otorgarle a la periferia un lugar en la mundialización, o dicho de otra manera, en su trabajo por contribuir a la superación de la condición periférica.
Una de las tareas que Zea se propuso fue luchar contra el regateo de la humanidad a los periféricos. Este regateo no ha mutado en llana generosidad. En algunos aspectos ha cedido, en otros ha cambiado su forma, en otros todavía se ha acentuado. A sus 90 años, el maestro puede contemplar un mundo más tolerante, más multicultural, más abierto que a sus 45, pero él mismo es testigo de que la tarea no está cumplida y que la globalización nos continúa regateando derechos.
Avanzar (ahondar) en su tarea de articular el pensamiento latinoamericano, especial, aunque no únicamente, al pensamiento periférico y hacer esto, al menos en parte, a través de la producción del latinoamericanismo, que se ha disparado en las últimas décadas y de lo cual no hemos tomado cabalmente conciencia.
Avanzar (ahondar) en la tarea de construir un pensamiento para la periferia capaz de interpretar la condición periférica para superarla. No contentándose con la crítica del europeismo o del eurocentrismo, ni menos con la sola denuncia. Mucho más importante que refocilarse en la crítica y denuncia del europeismo o del eurocentrismo es generar un pensamiento (viable y no sólo retórico) alternativo. Ya sabemos los latinoamericanos cuan fácil es explicar la dependencia y cuan difícil es generar el desarrollo. Que no nos vaya a ocurrir lo que a aquel hombrecillo de la fábula que para no ser explotado dejó de trabajar, para no utilizar jamás un concepto emanado del centro dejó de hablar, para no contaminar sus pulmones dejó de respirar y para no contagiarse del sida…
La constitución de un pensamiento de (desde y/o para) la periferia es una tarea en la que Zea ha avanzado entregando numerosos criterios y conceptos y quiero poner en relieve sólo algunos: la necesidad de un enfoque, por parte de los periféricos, que tenga en cuenta la condición periférica o, en otras palabras, que parta de la relación de dependencia; la necesidad de asumir el pasado no como pura negación sino que asuntivamente; recibir lo occidental como asimilación de la experiencia sufrida, transformándola en instrumento al servicio de las metas de América Latina; tomar conciencia de que se existe en relación con los otros, lo que significa reconocer a los demás, dialogar y, en el caso de los otros latinoamericanos, intentar la integración; trabajar simultáneamente con las ideas de reconocimiento de las diferencias del otro y de mestizaje.

c.- Quizás sea una perogrullada, pero si Zea no pudo hacer todo esto aisladamente sino a través de permanentes contactos, colaboraciones, centros, congresos y convenios, a fortiori un trabajo mayor realizado por personas menores requerirá de una gran capacidad para trabajar en red.
Felizmente el maestro ha llevado de la mano a muchos de sus discípulos y colaboradores en esta empresa. La experiencia de Zea ha ido siendo recibida, digerida y reelaborada en primer lugar por sus colaboradores más cercanos: Adalberto Santana, Alberto Saladino, Gustavo Vargas, Felicitas López Portillo, Mario Magallón entre otras personas, pero también por otras tantas que sin haber trabajado en la UNAM se han asociado a sus iniciativas: Otto Morales Benítez, Gregorio Weinberg, Darcy Ribeiro, José Antonio Rivadeneira, Hugo Biagini, Alejandro Serrano Caldera, Javier Pinedo, Clara Alicia Jalif, José Luis Rubio Cordón y Antonio Colomer en España, Alfredo Lobato Blanco, Vladimir Davidor en Rusia, Carlos Pérez Zabala, Juan Hung Hui en Taiwán, Afranio Mendes Catani, Andrejz Dembics en Polonia, Mauricio Langon, Adriana Rodríguez, Yamandú Acosta, Lancelot Cowie, Tzvi Medin en Israel, Ricardo Melgar Bao, Rene Patricio Cardoso Ruiz, Yamada Mutsuo en Japón. Muchos de estos han aprendido de él la posibilidad y la necesidad de ampliar las redes y proyectarlas hacia el Caribe y lo caribeño, hacia Europa, particularmente Portugal y España, hacia el Brasil, hacia el mundo eslavo o el extremo oriente, hacia el Conosur. CCyDEL, PUDEL, CEEIB, COLCARIBE, SOLAR, FIEALC y Corredor de las Ideas son obras de Zea o de sus herederos.
Lugares como la India, China, el mundo islámico, África en general y Oceanía prácticamente carecen de conexiones en estas redes. Por así decirlo y de manera un poco grandilocuente, dentro de la geopolítica de las redes, nuestro latinoamericanismo no está ni muy presente ni interconectado con la mayor parte de la humanidad y ésta es una primera y decisiva cuestión pendiente.
Esto permite enganchar con otra asignatura pendiente. De hecho estas redes han tenido un doble objetivo: avanzar en el conocimiento de la realidad latinoamericana, especialmente de su pensamiento, así como simultáneamente contribuir a la integración continental, en particular de su ámbito intelectual. Ello nos sitúa frente al crecimiento del grado de protagonismo de las redes de intelectuales, profesionales, científicos y otros actores de la sociedad del conocimiento a nivel global. Estas redes están siendo pioneras en la configuración de la “glocivilidad”, de esa suerte de sociedad civil mundial que se ha ido reforzando en las últimas décadas.
Quizás para extender el latinoamericanismo, para permitir que dialogue mejor con otras culturas y para que le sea más fácil asumir el papel de emisor cultural en el mundo globalizado, debamos superarlo hacia la creación de redes de estudios periféricos o algo así.
Por esta vía puede plantearse precisamente la cuestión del sentido del latinoamericanismo, que se realiza en la dimensión académica estricta y más allá en una dimensión cultural “global”, que apunta a una finalidad planética. El latinoamericanismo puede (debe) realizarse en tanto que tal comprendiendo la realidad latinoamericana para entregarse a la humanidad y esto en parte como ser, en parte como deber-ser.
La propuesta del mestizaje o de la raza cósmica, en el sentido de Vasconcelos y Zea, provee un mensaje de diálogo – tolerancia, de multiculturalidad y síntesis, de manera de ser y de deber ser, que se constituye en categoría clave para la consolidación de un espacio intelectual y cultural periférico en el marco de la globalización.